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INSPIRACION CRISTIANA


San Marcelino Champagnat


El origen
Una guerra, un hombre y tres mujeres contribuyeron a moldear su carácter. Marcelino Champagnat nació el 20 de mayo de 1789, en la aldea francesa de Rosey, en una familia en la que él habría de ocupar el noveno lugar entre diez hermanos. A las pocas semanas estallaba una revolución en el país. Hacía la mitad de julio los insurgentes se apoderaban de Bastilla, la famosa prisión de París. La liberación de sus siete presos, siendo de suyo poco más que simbólica, hizo entrever al pueblo francés de finales del siglo XVIII que su mundo estaba empezando a cambiar.

Juan Bautista Champagnat , padre del futuro santo, era un labrador acomodado que tenia formación. En un primer momento, fue uno de los que adhirieron a la insurrección de 1789, tanto por sus propios ideales como por lo que esperaba ganar si las cosas salían adelante. Pasado el tiempo, sin embargo, parece que aquel primer ardor a favor del movimiento se le había ido enfriando , y ahora rechazaba los excesos cometidos, entre los que habían que enumerar la decapitación del Rey, la implacable política de llamamiento a filas, la orden de búsqueda y captura de sacerdotes y soldados fugitivos.

A lo largo del periodo revolucionario, el padre de Marcelino desempeño varias funciones importantes de gobiernos en la calidad de Marlhes, distinguiéndose por su moderación, paciencia y tacto político: allí no ejecutaron a nadie, no se llevaron a preso a ninguno, no quemaron la iglesia ni la destinaron a otros usos. Juan Bautista era un hombre de reflexión, revolucionario, funcionario  del gobierno, comerciante y granjero. Cabria preguntarse: siendo así el padre, ¿Qué dones personales heredaría su hijo? El discernimiento, la compasión hacia los demás, diplomacia. Pericia para administrar los bienes, la habilidad practica de un trabajador.

¿y que decir de las mujeres que influyeron en Marcelino? María Teresa Chirat, su madre, fue la primera. Persona prudente y de temple decidido, se casó con Juan Bautista en 1775. Caracterizada por una total integridad, fe inquebrantable y amor al trabajo”, esta mujer inicio a su hijo en las prácticas de oración y encendió en él la primera llama de vocación.
Luisa Champagnat fue la segunda mujer que tuvo parte en la educación de Marcelino. Religiosa de las hermanas de San José, y hermana a su vez de Juan Bautista, fue exclaustrada del convento por nuevo gobierno, y se mantuvo fiel a su vida de consagrada en el seno de su familia durante el periodo en que arrecio la agitación revolucionaria. Luisa Chirat se hizo cargo de la formación religiosa del niño; probablemente fue ella la primera que le inspiro el modelo de espiritualidad en el que la vida de oración se funde con la actitud de servicio a los demás.

Luego estaba María, la madre de Jesús. Aunque fue un encuentro posterior en la vida de Marcelino, sin embargo se convirtio al final en la mas influyente. La devocion a la virgen formaba parte del rico patrimonio espiritual de las diocesis locales de Lyon y el Puy. Más adelante, marcelino ala colocaria en el centro de la comunidad de hermanos que fundó. Acorde con la espiritualidad de su tiempo y particularmente de la region que rodea Marlhes, Ella llego a ser para él la “Buena Madre” y el “Recurso ordinario”.
 
Por tanto, una guerra, un hombre y tres mujeres estuvieron en el comienzo de todo. Tomando estos hechos como punto de partida, vamos a responder a la pregunta que nos haciamos al principio: ¿Quién era Marcelino Champagnat? Como antes deciamos, sabemos que fue el fundador de los Hermanos de María o lo que es el mismo, Hermanos Maristas. Era tambien un ciudadano francés de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, hombre perteneciente a su época con todas las virtudes y limitaciones que esa descripcion implica. Pero ¿Quién era él, en profundidad, y qué mensajes ricibimos de su vida y mision para nosotros hoy? Una mirada a alguno de los acontecimeintos, elementos y personas que acompañaron sus primeros años, nos puede ayudar a encontrar respuestas a estas preguntas.
 
En el principio
Marceino Champagnat fue basutizadoal dia siguiente de nacer, el jueves de la Ascención de 1987. Vivió hasta los 51 años, en medio de dos revoluciones acaecidas en Francia. Una en 1987,otra unos curenta años más tarde. A lo largo de ese periodo se sucedieron diversas gobiernos revolucionarios, el directorio de Napoleón, la restauracion bórbonica, la revuelta de 1830, el reinado de la casa de Orleans, y la sublebación de 1834 en Lyon.
 
Tambien tuvierón lugar otras agitaciones sociales, quiza menos noticiables al principio, pero igual de drámaticas en su alcance y desetabilización en el resultado. La revolucion industrial por ejemplo, se fraguó después de 1830 y transformó el mundo del trabajo, trayendo consigo la explotacion de los proletarios y un cambio radical en su forma de vida.

Otros factores
El entorno tambien modeló a Marcelino. Al crecer en una región agreste, conocida como el macizo Central, sus ojos estaban acostumbrados a las praderas, los arroyos tranquilos y los bosques de pinos. Pero la naturaleza es caprichosa en esta parte de Francia; a veces, puede ser peligrosa. Los inviernos crudos hacen resistentes a sus habitantes. El medio natal ayudó a  Marcelino a desarrollar las virtudes de tenacidad, capacidad de adaptación y fortaleza.


Educacion primaria
La enseñanza salió malparada en las manos de la revolucion. El clima de agitación interna y guerras en el exterior que se habia vivido durante más de 20 años, habia contribuido poco a estabilizar el proceso de enseñanza-aprendizaje dentro del esquema genral de las cosas.
Marcelino asistió a la escuela poco tiempo. No consigio demostrar mucha capacidad para el estudio formal. Yampoco se sentía muy motivado al ver el trato brutal que los maestros infligian a sus discipulos. A la edad de once años prefirio el trabajo de la granja al mundo de los libros, más tarde, al ingresar en el seminario a la edad de 16 años, llevo consigo esta carencia de formación. Deficiencia que sería una cruz para él a lo largo de toda su vida. La llamada al sacerdocio.
 
Tras la revolución, el poder de la iglesia católica habia quedado notablemnte doiminuido. Napoleón Bonaparte le dio mayor libertad, pero por otras razones, planeaba utilizar a la iglesia como pilar de su régimen.
 
En 1803, el cardenal José Fesch, tío de Napoleòn, se hizo cargo de la aequidiocesis de Lyon. Al ver el estado deporable en que se encontraban sus sacerodotes a causa de los estragos de la revolucion de la revolucion de 1789, se propuso con energia renovar la fuerza interna del clero. Un aspecto del plan consistia en lñevantar nuevos seminarios menores. Para llenarlos de candidatos, el prelado animó a los formadores diocesanos a dedicar parte de sus vacaciones al reclutamiento de vocacioenes.
 
Siguiendo esa llamada, en 1803 llegó un sacerdote a Marlhes con la intencion de buscar jóvenes que quisieran entrar al semianrio. El señor Allirot, párroco local, confesó que él no veia a nadie que le pareciera adecuado. Sin embargo, despues de pensarlo unos instantes, sugirio al visitante que, tal vez, valdría la pena intentarlo en la familia Champagnat.
 
Entre los hermanos varones que vivian en la casa paterna, solo Marcelino mostró algun interés ante la propuesta de prepaparse para el sacedocio. De todos mosdos, el jovén era practicamente iletrado. Podía expresase bien en el dialecto regional del entorno de Marlhes, pero tenia serios problemas con la lectura y escritura del Francés, y esto era un obligado requisito previo para abordar del Latin y otras materias.

Preparación para el seminario
Una vez que hubo tomado la decisión de iniciar el camino del sacerdocio. Marcelino Champagnat se propuso finalmente adquirir la debida formación. Con esta intención se procuró la ayuda de Benito Arnaud, esposo de su hermana María Ana. Su cuñado, que antaño había sido seminarista y ahora ejercía de maestro, gozaba de consideración como hombre culto, estimado e influyente. Marcelino se trasladó a la ciudad de Saint Sauvear, a vivir en la casa de su hermana por espacio de algunos meses en el transcurso de los años 1803, 1084 y 1805.
Los progresos, sin embargo, eran lentos, y el joven n o parecía prometer gran cosa. Hasta que un buen día el maestro e aconsejó formalmente que dejara los estudios y dedicase su vida a otros menesteres.
Por si esto no fuera poco, la muerte repentina de su padre, acaecida en 1804, vino a sumarse a los contratiempos sufridos por el muchacho. Teniendo que soportar la frustración de los estudios, y ahora el fallecimiento del padre, seguramente pensó en regresar a casa para ayudar a levar a delante la granja familiar. Sin embargo, por alguna razón, se afirmo en la idea de seguir estudiando. Tal vez los ánimos que le daba su madre le mantienen en esa decisión. El Hermano Juan Bautista, su primer biógrafo, nos dice que en quela época  Marcelino se acerco a los sacramentos con más frecuencia, dedico más tiempo a la oración y puso sus intenciones en manos de la virgen.
Importante influencia formativa
Durante los meses transcurridos en Saint Sauveur, Marcelino tuvo la fortuna de poder brindar su ayuda al joven párroco de la localidad, Juan Bautista Soutrnon. Este sacerdote vivía pobremente, y era extraordinariamente sensible a las necesidades de sus feligreses. Hablaba en ellos en el dialecto de la región, por ejemplo, y no dudaba en arremangarse la sotana para echarles una mano en los trabajos de la labranza.
Soutrenon gozaba también de predicamento entre los niños y los jóvenes de la parroquia. No es extraño que, años más tarde, Marcelino modelara su carácter de sacerdote siguiendo los pasos de este cura joven tan ferviente y entusiasta. El señor Soutrnon le inspiró mucho, y el volver de Saint Sauver, el muchacho estaba más determinado que nunca a ingresar en el seminario.
 
Peregrinar en busca de ayuda
A pesar de los informes pesimistas de su cuñado acerca de sus capacidades, Marcelino se sentía atraído hacia el sacerdocio con fuerza. Esta idea le absorbía. Sensible a las preocupaciones de su hijo, María Teresa sugirió hacer una peregrinación a la tumba de San Francisco Regis, en la Louvesc.
Al regreso de aquella peregrinación y a pesar de la fuerte oposición de su cuñado, Marcelino comunico a la  familia su decisión de entrar en el seminario menor. Estaba seguro de que eso era lo que Dios le pedía y nadie iba a detenerlo.
Los años en el seminario
El reverendo Périer era el alma del seminario de Verrieres. Aquello se había instalado de modo provisional y no reunía condiciones. La mayoría de los seminaristas se alojaban en una casa parroquial que era amplia pero estaba bastante destartalada. Para los que no cabían allí hubo que habilitar espacio en un granero próximo. En la época de Marcelino, el número de residentes rondaba entre los ochenta y cien jóvenes.
Él era mayor que la media de sus compañeros. Si en los estudios no destacaba, sobresalía, en cambio, en las tareas que requerían habilidad manual. Por decirlo en pocas palabras, ahí a donde surgía un quehacer que exigía fuerza, él daba la nota.  A lo largo de los años de seminario, tuvo que luchar contra de esa tendencia a desviarse en exceso hacia el trabajo físico, con el que conseguía  resultados más tangibles que con el esfuerzo intelectual.
Marcelino terminó el primer año con negros nubarrones en el horizonte. El reverendo Perier   dictamino que no le veía capacidad para el sacerdocio. Y añadía en su comunicado al joven y a su madre que desaconsejaba absolutamente el regreso al seminario al curso siguiente. María Teresa se llevo una gran decepción, pero inmediatamente se propuso resolver esta crisis surgida en la vida de su hijo.
Su primer recurso fue acudir a la oración. Madre e hijo hicieron juntos otra peregrinación a la tumba de San Juan Francisco Regis. Una vez efectuado el viaje, María Teresa utilizó otros medios más humanos para apoyar la causa del muchacho. El párroco Allirot estaba bien relacionado con el seminario, y ella le convenció de que tenía que intervenir. De la misma forma consiguió la ayuda del padre Linossier, miembro reciente del grupo de formadores de Verrieres y persona muy respetada y cualificada. Merced al esfuerzo combinado de estos dos hombres, el rector revocó decisión y volvió a admitir al joven.

El problema de Marcelino continúa
Este segundo año, el de 1806, comenzó con mejores auspicios que el primero. A pesar de que la clase era ahora más numerosa, el profesor Sr. Chomarez puso todo el empeño mejorar la disciplina y conseguir que el latín fuese alcanzable para aquellos que deseaban en serio aprender la materia, el joven, a pesar de sus deficiencias gramaticales, acepto el desafió.
 
Por esta época Marcelino estaba atravesando un periodo de juventud, caracterizado por amistades gregarias en las que no faltaba la juerga irreflexiva. Por ello paso a formar parte de un grupo conocida como “la banda alegre”, compuesto por seminaristas que recorrían las tabernas de la localidad en horas libres.
 
Pero según transcurría el año, fue adoptando un estilo de vida más austero. Continuó dedicándose con constancia a sus estudios del segundo curso del seminario. Hubo también dos acontecimientos que tuvieron lugar en el verano siguiente y que contribuyeron igualmente a atemperar su conducta expansiva. El primero fue la muerte repentina de su amigo Denis Duplay, acaecida el 2 de septiembre de 1807, el segundo fue una seria conversación mantenida con el reverendo Linossier, inpector del seminario, que le planteo sin rodeos la necesidad de mejorar su actitud.
 
No cabe duda de que el fallecimiento de su madre, en 1810, influyo también en este cambio de Marcelino. Ella había desempeñado un papel muy importante en el impulso de su vocación sacerdotal, y cuando murió, el joven redoblo sus esfuerzos en el seminario menor.
 
Según iba dando los pasos en el proceso de formación sacerdotal, Marcelino se fue haciendo más receptivo a la gracia transformadora de Dios en su vida. El señor se sirvió de medios muy humanos para orientar la mente, el corazón, el espíritu, y las energías del futuro santo hacia un único objetivo: amar a Jesús y ayudar a los demás a amarle también.
 
Los últimos años de Marcelino en Verrieres
En 1810 entro en el seminario Juan Claudio Courveille. Este joven iba a jugar un papel central, años más tarde, en la primera andadura del movimiento marista. Marcelino continúo luchando con su autodisciplina. No siempre lo hacia con éxito. A lo largo de su estancia en Verrieres, sin embargo, se acostumbró a pedir ayuda a Dios en todo momento. Esta confianza en Dios estaba ya conformándose como una de las piedras angulares de su espiritualidad.
 
Los años del seminario menor, ocho, fueron difíciles. El alojamiento y la alimentación dejaban mucho que desear. Así aprendió a hacerse fuerte. Esa fue una lección importante y que le serviría de mucho en el futuro. Al cabo de unos meses pasó al seminario mayor de San Irineo. Para un observador perspicaz, había ya algo que era obvio: desde un oscuro rincón de la Francia de principios del siglo XIX, el que habría de ser el fundador de los hermanitos de María, estaba ya comenzando a cosechar los frutos de lo que tanto esfuerzo había ido sembrando.
 
San Irineo el seminario mayor
El seminario Mayor de San Irineo estaba ubicado cerca de Lyon, la ciudad en la que confluyen dos ríos: el Saona y el Ródano. La basílica de Nuestra Señora de Fourviere, enclavada en lo alto de una escarpadura sobre la ciudad, domina la panorámica. La devoción a María ha sido siempre una característica de las gentes de la región. ¿Qué puede extrañar, por tanto, que Marcelino estrechara más si cabe vínculos con la Buena Madre durante los años transcurridos en San Irineo.
 
Francia se vio convulsionada por cambios políticos vertiginosos en 1814. La onda expansiva de estos acontecimientos en cadena llego también a los pasillos de San Irineo. Napoleón abdico el 6 de abril de 1814. su tío, el cardenal Fesch, salió inmediatamente para Italia. Los Borbones retornaron al trono de Francia.
 
Los seminaristas, en su mayoría, se habían posicionado en contra de Napoleón. Por esta razón, a lo largo de 1814, una buena parte de su tiempo se perdía en discusiones y debates. Un historiador de esa época lo describe como “un año horrible”, un año en el que dentro del seminario se hablaba más de política que de teología.
 
A pesar del torbellino, Marcelino andaba muy alejado de aquellas cuestiones. Daba la impresión de estar deliberadamente al margen de ese tipo de compromisos. Y no era el único. Juan Claudio Colin, futuro fundador de los Padres Maristas y compañero de Marcelino en San Irineo, alude a 1814 calificándolo de “año maldito”.
 
De todos modos, y a pesar del malestar ambiental de la época, el seminario de San Irineo será siempre recordado como un lugar significativo por los frutos que en él se produjeron. San Juan María Vianney, que luego sería el cura de Arts, se contaba los compañeros de grupo de Marcelino.
 




 
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